La conspiración había crecido gratamente estos últimos años, llevando al pueblo a la esclavitud, el ejército incendió todo sin dejar rastro alguno , lo único que quedaba eran las cenizas donde se podía sentir el dolor de aquellos indígenas, el mundo era un completo caos, la gente solía saquear para vivir, pero en cuanto el dictador se enteró, ordenó la muerte de esta, cada día era como la página de un libro sin fin, era un sufrimiento total donde día a día cientos de personas morían o eran aprehendidas.
Los mestizos y los criollos formaron una alianza para ir a la batalla que los guiaría a su liberación, sin embargo, no lo lograron y muy pocos regresaron. Tantos años pasaron y el dictador había logrado su objetivo, pero este no se detenía, se sentía inconforme, estaba sediento de poder, necesitaba más, atacó cada región a su alrededor, pero le era insuficiente, sus excesos eran inevitables, sus hombres comenzaron a abandonarlo, debido a que este había cambiado, en pocas palabras había enloquecido.
Sus defensas se habían desvanecido y era el único que quedaba, a los pocos días recibió una carta, en esta la muchedumbre lo amenazaba a muerte, era el fin, todo lo que había logrado mediante su búsqueda se venía abajo en un par de segundos, los esclavos estaban en camino hacia su escondite , la gente no tenía un héroe, ellos mismos eran sus héroes, a través de los restos de cuerpos humanos, llegaron a su destino, en cuanto escuchó la puerta abrir, dio un revés y observó a los incitados, lo ultimó que escuchó fue el sonido de una bala salir del arma que les estaba apuntando, la insurrección había terminado.
Becerril González Ariana Grupo 706
Secundaria Benjamín Franklin
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