FATIGA TANTO ANDAR SOBRE LA ARENA
Fatiga tanto andar sobre la arena
descorazonadora de un desierto,
tanto vivir en la ciudad de un puerto
si el corazón de barcos no se llena
Angustia tanto el son de la sirena
oído siempre en un anclado puerto,
tanto la campanada por el muerto
que en el otoño y en la sangre suena,
Que un dulce tiburón, que una manada
de inofensivos cuernos recentales,
habitándome días, meses y años
Ilustran mi garganta y mi mirada
de sollozos de todos los metales
y de fieras de todos los tamaños.
EL AMOR ETERNO
Deja caer las rosas y los días
una vez más, segura de mi huerto.
Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardías.
Al deshojarse en tus melancolías,
cuando parezca más desnudo y yerto,
ha de guardarse bajo su oro muerto
las violetas más nobles y sombrías.
No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.
Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardiente rosas te echarán en su llama.
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